viernes, 1 de mayo de 2020

El disco de la semana 175: Secret Treaties, Blue Oyster Cult




CRÓNICA DE UNA TRILOGÍA ASCENDENTE

Los neoyorquinos Blue Oyster Cult debutaron en 1972 con un brillante álbum homónimo, y de icónica portada futurista en blanco y negro.  La continuación, Tyranny and Mutation, de 1973, mejoró aún más la fórmula, y repitió la ambivalente estética de postmodernismo y ausencia de colorido, que ya eran marca visual de la casa. Con la llegada en 1974 de Secret Treaties, considerado por crítica y fans como su obra cumbre, cerraron la llamada "trilogía en blanco y negro", sobrenombre asignado a estos tres discos no solo por la coincidencia cromática en las portadas, sino por la increíble fuerza y calidad de estas obras, que combinaban la psicodelia, el rock progresivo y el hard rock, con letras de intriga cercana a la ciencia-ficción. La trilogía era además ascendente, ya que cada disco fue mejor que el anterior, en una demostración de cómo rebasar continuamente lo que ya de por sí eran ejercicios de excelencia.


SECRET TREATIES

Los responsables de esta obra cumbre del hard rock de los setenta son Eric Bloom (guitarra, teclados y voz), Buck Dharma (guitarra y voz), Allen Lanier (teclados) y los hermanos Joe Bouchard (bajo), y Albert Bouchard (batería). El disco comienza con Career of Evil, un tema que en lo musical implica un arranque menos enérgico y un sonido más limpio de lo esperable tras los discos anteriores. Es un medio tiempo basado en un gran riff rockero, que destaca, sobre todo, por la letra firmada por Patti Smith. La "poetisa del punk", y novia por entonces del teclista Allen Lanier, nos regala toda una declaración de intenciones sobre la actitud y la maldad rockera: "... quiero que tu mujer sea mía esta noche, elijo robar lo que tú decidas mostrar, y sabes que no me disculparé, eres mío para quitártelo, estoy haciendo una carrera del mal…"



De lo diabólico a lo subhumano, el disco continúa su brillante tránsito con Subhuman, pieza con matices más progresivos y una estructura de rock más complejo y mayor versatilidad para el directo. No en vano, en sus actuaciones la alargan hasta los casi 6 minutos para que Buck Dharma pueda campar a sus anchas por los diferentes tramos rítmicos de la canción. A continuación llega uno de los platos fuertes del disco. En Dominance and submission todo se desata, toda la banda se emplea a fondo para narrar esta historia de un encuentro incestuoso en el interior de un coche. Para elevar la locura a las cotas más altas, en el tramo final la voz principal parece enervarse contra los coros, que repiten "Dominación" cuando el cantante quiere que digan "Sumisión". Y en el momento en que la tensión llega al máximo, un brutal cambio de ritmo evita, en el último momento, el probable y genial descarrilamiento de esta locomotora sin control.


La paleta de colores de este último disco en blanco y negro no se queda ahí, ya que, del hard rock o el progresivo, saltan sin problema a las estructuras de glam-rock de ME 262, la canción sobre el modelo de caza del ejército alemán durante la segunda guerra mundial. Las guitarras y el ritmo recuerdan al "Hang on to yourself" o el "Suffragette City" del Ziggy de David Bowie, mientras los coros desatados nos trasladan a los mejores Stones. Un trallazo que, sin ser la canción que da título al disco, si que es la que cobra protagonismo en la portada, en la que aparece el mencionado avión tras los integrantes de la banda.


Atravesamos, después, el ecuador del disco con Cagey Cretins, una extraña y brillante sátira de ritmo acelerado sobre el voyeurismo, el fetichismo y otros "ismos" variados, entre los que se incluye el virtuosismo de su rock directo, mientras Harvester of Eyes es una vuelta a los riffs urgentes y a la psicodelia.

Si antes del tramo final el disco ya tenía suficientes argumentos para entrar de cabeza en cualquiera de las manidas listas de "mejores discos del año, de la década, o de la la historia", la traca final de rock progresivo es para quitarse el sombrero y lanzarlo por encima del avión de la portada. En Flaming Telepaths, un crudo tema sobre la adicción a las drogas, la efectiva línea de piano y la sólida estructura rítmica del bajo y la batería, conforman un perfecto entramado para el explosivo solo de guitarra de Buck Dharma, dándole al conjunto el brillante acabado de una obra casi perfecta.

El "casi" puede ser hasta injusto, pero es que aún quedará por delante el antológico final que nos ofrece Astronomy, canción con la que todos los "casis" que aún planeen en forma de dudas en nuestra mente, saltan por los aires en un crescendo de guitarras y teclados que coge velocidad de crucero alrededor de los dos minutos de tema y que, pasados los cinco minutos, literalmente revienta todos los esquemas con su ya legendario solo. Haciendo mías las palabras de la "poetisa del punk" en la primera canción del disco, los Blue Oyster Cult han asaltado mi tocadiscos, me han robado mis ideas preconcebidas sobre los límites de la perfección en el rock, y no han pedido ni disculpas. Son tan demoníacos que voy a poner el disco otra vez. Necesito una dosis más de estos misteriosos tratados secretos del extraño culto a la ostra azul.

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